Con propiedades antioxidantes, también nos indican la calidad de un vino
Hoy nos adentramos en los taninos, un término muy utilizado a la hora de hablar de vino. Son unos compuestos fenólicos con moléculas antioxidantes que se encuentran en casi todas las plantas. En la uva, los taninos provienen de las pepitas y la piel de las uvas, y se pasan al vino durante el proceso de vinificación y, en menor medida, también en el de crianza, pues las barricas de roble también traspasan los propios.
Al tratarse de antioxidantes tienen propiedades antiinflamatorias y antienvejecimiento. Numerosos estudios señalan que gracias a ello contribuyen a reducir los efectos de enfermedades cardiovasculares y degenerativas.
A nivel técnico, es importante para un enólogo analizar y evaluar la calidad de los taninos de los tintos en boca; ya que estos transmiten el nivel de maduración de las uvas, la estructura del vino, la calidad de la madera donde se ha criado y las posibilidades de envejecimiento le quedan.
Así, nos encontramos con taninos nobles cuando su paso por boca es suave y nos indican que se trata de un gran vino vendimiado en el momento de maduración justo. Hablamos de tanino amargo cuando el tacto al saborear el vino es desagradable, propio de vinos de baja acidez. Y de tanino ácido cuando encontramos esa sensación, una característica de los vinos mal elaborados.
Por último, señalamos que un tanino es rugoso cuando el vino ha madurado de forma irregular o las uvas han sido vendimiadas cuando estaban verdes.