Disfrutar del vino es fundamental. Si el color nos entra por los ojos, si nos huele bien y si al llevárnoslo a la boca es algo que gusta, el vino que tomamos es de nuestro gusto independientemente de lo que digan los profesionales en la materia.
Desde aquí no queremos meternos en las preferencias de cada uno, pero sí aportar unos pequeños modos de tomarlo que nos pueden ayudar a disfrutar más de él.
En copa
La copa de cristal es el sitio ideal donde tomarlo. Cualquier vino tiene alrededor de medio millar de sustancias volátiles y aromáticas y la copa ayuda a amplificar esos aromas.
Moverlo
En círculos, suavemente, para que esos componentes se liberen y lleguen a nuestra nariz. El sentido del olfato está estrechamente relacionado con el del gusto.
La copa hay que cogerla por el tallo
Por cuestiones de temperatura, únicamente. Cada vino requiere una temperatura óptima para servir y el ambiente donde lo tomamos suele hacer que suba. Si sostenemos la copa por el pie lograremos que la parte del cáliz, donde se encuentra el líquido, tarde más en variar la temperatura al no darle calor directamente con la mano.
Antes de llevarla a la boca, mejor a la nariz
El olfato nos dice mucho, nos trae recuerdos de olores que incluso teníamos olvidados en nuestra memoria. Por eso, oler un vino nos induce a esos recuerdos y a comenzar a disfrutar sin haber probado aún una sola gota. No pases por alto este paso tan importante.
Poco a poco
Lo mejor es que el primer sorbo sea pequeño, para continuar aspirando los olores y para comenzar a darnos cuenta de su sabor. Nuestra lengua es el órgano principal al que debemos poner toda nuestra atención. Ella nos aportará sensaciones y texturas.