El mejor vino es aquel que nos gusta, no hay discusiones en eso porque para gustos están los colores… ¡y los sabores! Pero si queremos ir más allá, una copa de vino es una fuente de información y si nos detenemos en ella podemos percibir muchas sensaciones.
Hoy ofrecemos algunas nociones para aprender a catar un vino blanco, y como en la cata de cualquier vino intervienen tres sentidos: la vista, el olfato y el gusto.
La vista
Para analizar perfectamente el color del vino tenemos que hacerlo sobre una superficie blanca bien iluminada, con la copa inclinada 45 grados. Nos tenemos que fijar en los ribetes del vino, la zona más cercana a la boca de la copa, de modo que podremos observar bien todo el degradado. En el caso de los vinos blancos también se presentan diferentes tonos y dependiendo de su edad nos encontramos con vinos transparentes, acerados, amarillos pálido, amarillos limón, dorados, topacios, rojizos o ámbar.
Los vinos blancos cuentan con una rica gama cromática que va desde el verde pálido al amarillo oro. Mientras que los blancos jóvenes y frescos presentan un color amarillo pálido, los que han pasado por barrica se oscurecen ligeramente. Los blancos dulces de edad nos muestran un peculiar y fascinante tono dorado.
A través del color, también podemos ver los defectos del vino. Un vino blanco de color amarillo oscuro nos puede indicar que está en un proceso oxidativo.
El olfato
Para oler el vino primeramente no hay que agitar la copa para percibir su intensidad aromática intentando percibir los aromas. Tras mover ligeramente la copa se evaporarán los aromas que llegarán de nuevo a nuestra nariz.
Nos encontraremos un blanco joven si nos llegan aromas frutales con matices anisados y a hinojo. Será un vino fermentado en barrica si la intensidad aromática es más alta con notas de fruta muy madura de pera, manzana y melocotón. Y si lo que tenemos en la mano es un vino semidulce nos daremos cuenta al percibir recuerdos a sirope, mantequilla o notas de madera.
En los vinos blancos podemos encontrar aromas a flores como la acacia, tila o violeta. A fruta fresca como manzana, limón, pomelo, plátano o piña. A fruta desecada como albaricoque, melocotón e higos secos. A hierbas como heno seco, hierba recién cortada o menta. A especias como la vainilla, anís o clavo. También podemos distinguir otro tipo de aromas como miel, mantequilla o café verde.
El gusto
La fase gustativa es la tercera y última en la cata del vino, la que más nos gusta y con la que más disfrutamos. Ella nos revela los últimos acordes de la información.
Mientras que los vinos jóvenes tienen un toque amargo que caracteriza a la variedad de la uva con la que están elaborados; los fermentados nos ofrecen un retrogusto de frutas, notas lácticas y panadería. En los semidulces es característico el dulzor bien integrado que nos ofrece un sabor muy agradable.