¿Sabías que el clima tiene mucho que ver en el resultado de un vino? Dependiendo de si el viñedo se encuentra en zonas cálidas o frías, o de la cantidad de precipitaciones que se den a lo largo del año el resultado nos dará uno u otros resultados diferentes. Te explicamos.
En España tenemos tres climas diferenciados (mediterráneo, atlántico y continental). Mientras que el mediterráneo está caracterizado por temperaturas muy cálidas y precipitaciones escasas, justo en el otro lado de la península obtenemos el atlántico con temperaturas más moderadas durante todo el año y altas precipitaciones que también se distribuyen a lo largo de todo el año. Así, el viñedo mediterráneo nos aporta vinos cálidos y salinos mientras que en el lado atlántico el vino es más afrutado, ácido y con más intensidad de aromas.
En otro lado se encuentra el clima continental, en el centro de la península, con temperaturas extremas a diario, frío durante la noche y calor durante el día. Las precipitaciones en este tipo de clima son moderadas, sobre todo concentradas durante el invierno. En este caso el resultado da vinos con mucho color, cuerpo y estructura.
El suelo también tiene mucho que ver
No solo el clima afecta a las características de la uva, el suelo es importante para permitir el aporte de agua a la cepa y los minerales que necesita. Por ello hablamos de suelos aptos aquellos que poseen una textura franca con una composición de arena, sedimentos y arcilla en proporciones óptimas. Se trata de suelos poco encharcadizos, con buen drenaje, y que cuentan con un contenido en caliza activa moderado con un contenido de carbonato cálcico que permite la movilización de los elementos nutritivos de la planta sin alterar la asimilación de hierro.
En cambio, los suelos menos aptos para el cultivo de la vid son los que contienen un alto porcentaje de arenas y arcillas, que filtran muy mal el agua y en los que el contenido de caliza activa es muy alto.