Si consumimos un vino a su temperatura ideal lograremos que nuestros sentidos recojan los mayores registros que nos ofrece. La recomendación primera de Bodegas El Inicio pasa, desde luego, por mantener el vino con la temperatura indicada hasta el momento de disfrutarlo. En el caso de un Ribera del Duero tinto, como sucede con Admiración o Rivendel, la temperatura recomendada es entre 15 y 18 grados, al igual que ocurre con el Jumilla Casper. En cambio, en lo que se refiere a los blancos, como es el caso de Elas Rías Baixas o de Pluma Blanca de Rueda, la indicada es menor, entre los 7 y 9 grados.
Pero si nos vemos en algún momento con la necesidad de tener que enfriar un vino te damos algunos consejos:
El primero, llenar con hielo y agua fría una cubitera. En unos minutos la temperatura bajará para que el vino se pueda consumir. Mucho más rápido podremos enfriar la botella si al agua le añadimos algo de sal. Con este consejo conseguimos un cambio de temperatura no muy brusco y evitamos la pérdida de propiedades.
El segundo, envolver la botella con una toalla húmeda. Diez minutos pueden ser suficientes para lograrlo.
El tercero, uvas congeladas. Quedaremos estupendamente con nuestros invitados si en el congelador guardamos unas uvas para estas ocasiones, pero con un par de ellas que pongamos en la copa en la que vertemos el vino conseguiremos bajar un poco su temperatura sin modificar su sabor.
Cuarto. Hielo. Nada recomendable. Porque, aunque es un método efectivo para enfriar, quizás el que más, el agua del hielo modifica totalmente el sabor del vino. Así que conseguiremos un líquido frío pero sin esencia.
Quinto. Congelador. Nada recomendable. Nuevamente es una práctica que no recomendamos, porque el cambio brusco de la temperatura, aunque sea sólo para bajarlo unos pocos grados, altera de forma dramática el sabor del vino.